"Oscura marioneta" Antonia Lumi
Una mañana al despertar de un sueño agitado, Antonia Lumi se encontró en su cama convertida en sombra. Permaneció tendida unos segundos y con un suspiro profundo cerró sus ojos nuevamente. Sigo soñando pensó, y poco a poco volvió a abrirlos con mucha tranquilidad. Comenzó a observar un poco su entorno y se dio cuenta que esa no era su cama y en instantes aquella habitación resultó totalmente desconocida. Los muebles se encontraban cambiados de lugar y al ver las fotografías que colgaban sobre sí, esperando encontrar su rostro, vio a otra mujer que sonreía con gracia para la cámara. Se quedo mirando su oscura silueta plasmada en la pared todavía recostada. Se encontraba pegada a la superficie, totalmente quieta. Quiso levantarse una..dos..tres veces pero permanecía inmóvil. Era un buen momento para alarmarse y preguntarse ¿Cómo? ¿Cuándo? pero no pudo pronunciar palabra. Para su asombro notó que no estaba sola, y por el rabillo del ojo logró presenciar a una mujer acostada, de la misma forma que yacía ella. Era bellisima, tenía el cabello largo y ondulado y una piel de porcelana que parecía de mentira.
Sonó la alarma de las seis treinta y la mujer se levantó automáticamente y así como un acto reflejo Antonia ya estaba de pie. No tenía control sobre su cuerpo, que no era cuerpo sino una reflexión que permanecía aburrida e intacta esperando ordenes y siguiendo a la mujer paso a paso, sin perder de vista ningún movimiento. Cada gesto lo copiaba a la perfección, era increíble. Parecían gemelas pero al mismo tiempo muy distintas y lejanas de la otra.
La mujer se puso un vestido largo y negro, rebuscó en su cartera unos aros de diamantes muy elegantes y se dirigió al baño con pasos delicados, casi sin tocar el piso. Lógicamente Antonia la acompañó y cuando tuvo la oportunidad la observó más de cerca, era realmente hermosa pero había algo oscuro en su mirada que le daba escalofríos.
Pensó todas las cosas que podían haberle pasado mientras dormía, pero ninguna se acercaba ni era tan descabellada o lo suficientemente coherente para explicar lo que estaba viviendo. Tal vez estoy muerta y pensó en sus amigos, su familia y todas aquellas cosas y viajes sin realizar. Quería llorar pero ya no podía hacer ni eso por si sola. Sentía un peso en su pecho y cuando pudo percatarse la mujer ya estaba en la cocina preparando el desayuno. Se detuvo a mirarla, tenía los ojos llorosos y la cara cansada. En un momento se acerco a la pared, y se encontraron frente a frente, ella se acerco a la pared y le tocó la mano. Fue una sensación realmente extraña, por un momento sintió como si ambas supieran lo que pensaran y sintieran lo mismo. La mujer dejó caer unas lagrimas y se dirigió al cuarto de arriba. Estaba muy arreglada, como para una fiesta de gala. La casa estaba impecable y en absoluto silencio. A Antonia le comenzó a nacer una especie de sentimiento empático con la mujer, sabía lo que era vivir sola, llegar y que cada cosa siga en su lugar, pero ahora sentía un vacío interno que la sobrepasaba. La mujer se dirigió al minibar de su habitación y sacó un Jack Daniels anejado y sin pensarlo dos veces lo abrió y comenzó a beber de la botella. Se quedó todo el día en la casa, llorando y bebiendo hasta quedarse dormida.
Sentía pena por la mujer, se alivió un poco pensando que se tenían una a la otra pero se arrepintió enseguida porque sabia que no había nada mas triste que ser amigo de tu propia sombra.
Quería despertar otra vez en su cuerpo, con su cama, sus cosas y borrar ese día. No quería quedarse por siempre sombra, muda como la noche, condenada por siempre a repetir una forma, su quietud y movimiento, como un espejo apenas burlón. Ya en pleno delirio gritó para sí ¡Que trabajo esclavizante y rutinario! ¡Me hubiese gustado despertar como pájaro! No sombra ¡Un pájaro! Quizás algún día pueda serlo y surcar los cielos o un pez y nadar hasta el olvido. En ese momento se fundió con el ultimo suspiro de la noche y desapareció en la oscuridad.
Sonó la alarma de las seis treinta y la mujer se levantó automáticamente y así como un acto reflejo Antonia ya estaba de pie. No tenía control sobre su cuerpo, que no era cuerpo sino una reflexión que permanecía aburrida e intacta esperando ordenes y siguiendo a la mujer paso a paso, sin perder de vista ningún movimiento. Cada gesto lo copiaba a la perfección, era increíble. Parecían gemelas pero al mismo tiempo muy distintas y lejanas de la otra.
La mujer se puso un vestido largo y negro, rebuscó en su cartera unos aros de diamantes muy elegantes y se dirigió al baño con pasos delicados, casi sin tocar el piso. Lógicamente Antonia la acompañó y cuando tuvo la oportunidad la observó más de cerca, era realmente hermosa pero había algo oscuro en su mirada que le daba escalofríos.
Pensó todas las cosas que podían haberle pasado mientras dormía, pero ninguna se acercaba ni era tan descabellada o lo suficientemente coherente para explicar lo que estaba viviendo. Tal vez estoy muerta y pensó en sus amigos, su familia y todas aquellas cosas y viajes sin realizar. Quería llorar pero ya no podía hacer ni eso por si sola. Sentía un peso en su pecho y cuando pudo percatarse la mujer ya estaba en la cocina preparando el desayuno. Se detuvo a mirarla, tenía los ojos llorosos y la cara cansada. En un momento se acerco a la pared, y se encontraron frente a frente, ella se acerco a la pared y le tocó la mano. Fue una sensación realmente extraña, por un momento sintió como si ambas supieran lo que pensaran y sintieran lo mismo. La mujer dejó caer unas lagrimas y se dirigió al cuarto de arriba. Estaba muy arreglada, como para una fiesta de gala. La casa estaba impecable y en absoluto silencio. A Antonia le comenzó a nacer una especie de sentimiento empático con la mujer, sabía lo que era vivir sola, llegar y que cada cosa siga en su lugar, pero ahora sentía un vacío interno que la sobrepasaba. La mujer se dirigió al minibar de su habitación y sacó un Jack Daniels anejado y sin pensarlo dos veces lo abrió y comenzó a beber de la botella. Se quedó todo el día en la casa, llorando y bebiendo hasta quedarse dormida.
Sentía pena por la mujer, se alivió un poco pensando que se tenían una a la otra pero se arrepintió enseguida porque sabia que no había nada mas triste que ser amigo de tu propia sombra.
Quería despertar otra vez en su cuerpo, con su cama, sus cosas y borrar ese día. No quería quedarse por siempre sombra, muda como la noche, condenada por siempre a repetir una forma, su quietud y movimiento, como un espejo apenas burlón. Ya en pleno delirio gritó para sí ¡Que trabajo esclavizante y rutinario! ¡Me hubiese gustado despertar como pájaro! No sombra ¡Un pájaro! Quizás algún día pueda serlo y surcar los cielos o un pez y nadar hasta el olvido. En ese momento se fundió con el ultimo suspiro de la noche y desapareció en la oscuridad.
Muy buen texto, aunque hace ruido que sea sombra de una desconocida y cuesta aceptarlo con naturalidad.
ResponderEliminarNOTA: 8