"El misterio de la montaña Escocesa" Violeta Weber
Una mañana al despertar de un sueño agitado, Violeta Weber se encontró en su cama convertida en mar. De repente, el espacio no parecía alcanzarle y le costaba pensar… y respirar… y encontrar comodidad. Sentía que le faltaba el aire, quería y necesitaba más espacio. Las paredes de su cuarto comenzaron a tambalearse y en cuestión de segundos la puerta se derrumbó y ella ocupaba toda la casa. Quería llorar, pero no encontraba lágrimas. Quería gritar, pero su voz era tan fuerte y obvia que resultaba inaudible.
Podía ir olvidándose de su casa, lo que quedaba eran solo ruinas. Agradeció vivir sola; por lo menos no dañaría a ningún ser querido. Agradeció vivir en aquella casita perdida en una montaña de Escocia, pues entonces nadie saldría herido.
Solo le quedaba observar la transformación y pensar, de a ratitos, en todo lo que ya había… perdido.
Cada vez le costaba más encontrar... ciertas palabras.
Pensó en que esa… necesidad tan de la nada, tenía sentido. Esa necesidad tan, pero tan extraña en ella de huir de todo… de todos.
Y así pasaron días, meses. Violeta, que ya dejaba de ser Violeta, tenía algunos pensamientos perdidos en aquello tan grande como un… ah, no; en aquel mar. Periodistas atacaban sus costas y la playa no tardó en asentarse. Todos hablaban del misterio de la montaña Braeriach, esa montaña que de repente se llenó de un mar tan grande como el Mar Negro. Nadie podía entender lo sucedido, solo quedaba esperar días cálidos y hacer de cuenta que no había pasado nada raro.
Ellos se encuentran, yo me pierdo. Ellos se pierden, yo me encuentro. Ellos aflojan, yo empujo. Ellos disfrutan, yo me desconecto, me envejezco, me pierdo, me... me… me…. me.... voy como la corriente fuerte de un mar que tira sin aflojar.
Podía ir olvidándose de su casa, lo que quedaba eran solo ruinas. Agradeció vivir sola; por lo menos no dañaría a ningún ser querido. Agradeció vivir en aquella casita perdida en una montaña de Escocia, pues entonces nadie saldría herido.
Solo le quedaba observar la transformación y pensar, de a ratitos, en todo lo que ya había… perdido.
Cada vez le costaba más encontrar... ciertas palabras.
Pensó en que esa… necesidad tan de la nada, tenía sentido. Esa necesidad tan, pero tan extraña en ella de huir de todo… de todos.
Y así pasaron días, meses. Violeta, que ya dejaba de ser Violeta, tenía algunos pensamientos perdidos en aquello tan grande como un… ah, no; en aquel mar. Periodistas atacaban sus costas y la playa no tardó en asentarse. Todos hablaban del misterio de la montaña Braeriach, esa montaña que de repente se llenó de un mar tan grande como el Mar Negro. Nadie podía entender lo sucedido, solo quedaba esperar días cálidos y hacer de cuenta que no había pasado nada raro.
Ellos se encuentran, yo me pierdo. Ellos se pierden, yo me encuentro. Ellos aflojan, yo empujo. Ellos disfrutan, yo me desconecto, me envejezco, me pierdo, me... me… me…. me.... voy como la corriente fuerte de un mar que tira sin aflojar.
Muy buen texto. El cambio de narrador no se justifica, porque no se incorpora armónicamente al relato sino que suena como una nota desafinada.
ResponderEliminarNOTA: 9