Tiempo atormentador

Eran ya pasadas las siete  cuando la señora Gómez miró el cucú que colgaba de la mohosa pared del comedor y se  apresuró a tomar el café y comer las tostadas. Ni bien el líquido amargo llegó a su estómago ya estaba con una oreja pegada a la cartera mientras la agitaba buscando y rebuscando las llaves. Cuando finalmente logró salir y caminar una dos tres cuadras se dio cuenta que se había olvidado la cuenta de gas que debía pagar arriba de la mesita. Ya llevaba unos cuantos días atrasada, pero ya había llegado el colectivo y no podía perderse esta sesión. Su enmarañada cabellera y aquellas púrpuras y pesadas manchas que brotaban por debajo de sus ojos hablaban por si solas.Estos últimos meses no había podido dormir lo suficiente y necesitaba encontrar una solución lo antes posible. Ya era tarde, muy tarde y no se quería ni imaginar la cara del Dr Laira cuando llegase: "Usted necesita relajarse y cumplir con sus responsabilidades" le diría. Es verdad, estos últimos meses no había sido ella. Como si una noche, mientras dormía, otra alma se hubiese apoderado de su cuerpo y desde entonces todo lo hacía mal. Ensimismada, se pasó tres paradas y retrocedió  corriendo. Toco el timbre persistentemente y una voz robótica a lo lejos preguntó:-¿Quién?- Con el último aliento casi apagándose respondió:- Laura Gomez, vengo a la sesión de las 7...- Miró de reojo casi sin querer ver el reloj que llevaba en la muñeca porque sabía que era tarde. Las ocho menos cinco. Se hizo un silencio en el portero que pareció durar una eternidad pero enseguida se sobresaltó al escuchar el pitido metálico de la puerta y empujó para abrirla. Era una casa muy antigua con techos altos y escaleras interminables. Al llegar tocó la puerta tímidamente, espero un momento y entró. El Dr Laira aguardaba sentado en la silla frente al escritorio de madera, inmóvil, solo le dirigió una dura mirada y volvió a su archivo. Laura cerró la puerta detrás de si.
"Siéntese" El Dr Laira no dejó que pronunciara disculpa.
Cuando por fin logró mover una de aquellas pesadas y realmente incomodas sillas para enfrentarla al escritorio se sentó y Dr puso el reloj de arena a correr.
 Cuarenta minutos era lo que tenía y lo que podía pagar. Parecía casi ridículo, que en ese tiempo uno pudiera decir lo que le pasaba y lograr tener una respuesta profesional e irse a casa satisfecho. Comenzó hablando de como sus sueños la atormentaban y de como eso fue cambiando su persona y afectando su rutina. Laura no podía sin la rutina.
-Le digo Dr, estoy en mi casa, recién me levanto y de pronto cuando salgo al jardín empiezan a llover gatos y es el mismo todas las noches.
-Mm..¿Ya probó comprandose un gato? Tal vez el problema está en que usted desea algo tanto que quiere que le caiga del cielo.
-Soy alérgica Dr.
-Aja, veo. Ahí está el problema, de todo aquello de lo que escapa termina atormentándola...Cuénteme, ¿cómo era su relación con su padre?
Era de no creer, todas las sesiones volvían a lo mismo. A veces no sabía qué le resultaba más incomodo las horrorosas sillas o el simple echo estar en una habitación con ese hombre. 
Por esto Laura había dejado de ir, el Dr Laira decía que todo era un problema, y si asi lo fuese, el no le daba muchas soluciones.
El reloj dejo caer las últimas partículas de arena. Se le había acabado el tiempo. Sin preludios pagó y se fue. 
Cuando llegó a la esquina vio una cabina telefónica y tanteó sus bolsillos en busca de monedas. Marcó y una voz estridente respondió a los dos tonos.
- ¿Hola? ¿Quién habla?
-Hola ma, soy Laura queri...- Enseguida la interrumpió repitiendo su nombre y diciendo lo preocupada que había estado todo la mañana porque la llamo a casa y no respondía. Laura le dijo que fue al ver al Dr Laira pero cuando quiso explicar el motivo la interrumpió de nuevo diciendo que no tenía que ir al psicólogo porque ahí van los locos y ella estaba bien. Poco a poco fue dejando el teléfono colgando del cable y se fue caminando. No tenía ganas de hablar, estaba cansada y el cielo anunciaba una fuerte tormenta. Esperando el colectivo de vuelta a casa notó que su reloj se había detenido, como si marcara las cero horas. Al alzar nuevamente la vista vio como todo se había detenido. Recordó  al Dr Laira diciéndole que vivía acelerada, a su madre despotricando contra el psicoanálisis, y la factura de gas al rojo vivo.
Sin poder evitarlo, empezó a llorar desconsoladamente. Sin saber si era por ironía o un acto empático, del cielo cayeron espesos gotones; se desató una feroz tormenta. Rápidamente, cada centímetro de su cuerpo estaba completamente empapado. En vez de molestarse, cerró los ojos, respiró profundo y dejó que la lluvia lavara todos sus psicólogos, todas sus madres, todos sus problemas. ¿Y que si estaba un poco loca? ¿Y que si vivía acelerada?
Canturreando una canción que había escuchado en la radio esa misma mañana se fue saltando a casa. Al llegar se encontró con un gato maullando a su puerta, olvidándose de sus alergias y repulsión por los felinos lo tomo en brazos como si fuera un niño perdido se metió en la casa. 
La última vez que vimos a Laura.

Las cuentas de gas siguieron llegando, pero nadie las pagó. Hoy en día la casa permanece oscura e intacta y  a veces los niños tocan timbre y salen corriendo. Las viejas de la cuadra se crucifican al pasar y dicen que ahi vive una bruja, que la chica que vivía ahi murió y seguramente llego tarde a su funeral. Nadie dice Laura, o la señora Gomez. Es solo un alma que desapareció en la penuria y  el tiempo y reencarno para darle vida a una leyenda urbana.

Comentarios

  1. Anónimo: hay en tu texto una idea interesante que no lográs narrar a la altura del trabajo que pedía, como si te hubieras sacado de encima la tarea rápido, sin releer, sin reescribir. Disculpas si me equivoco, pero lo pienso porque hay pasajes ingeniosos e inteligentes que contrastan con otros que presentan errores tan básicos que parecen de tipeo (faltan preposiciones, errores de concordancia). Además, repentinamente, aparece un narrador en primera que no puede saber lo que venía contando: quién es, desde dónde observa, cómo sabe.
    Si bien el giro es brusco y algo contradictorio, me encanta cómo cambia la protagonista. Creo que el cuento podría terminar en "lo tomo en brazos como si fuera un niño perdido se metió en la casa."
    Lo que sigue necesita una lógica que lo sustente.
    Me quedo con ganas de saber cuál es la imagen.
    Rever también puntuación, conectores.
    Al editar, los párrafos deben alinearse con la herramienta "justificar".
    NOTA: 6

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