"¿Era para tanto?"- Violeta Weber

 Su vida transcurría así, en cámara rápida, parando cómo una película que disminuye la velocidad solo en algunos momentos: cuando se permitía pensar en lo que estaba haciendo, viviendo, escuchando, viendo, admirando.  Entonces todo parecía seguir, pero mucho más lento. En su cabeza se notaba el caos, y la paz tan extraña que en ese caos, la calmaba de a ratitos dejándola respirar.  
 En la monotonía de la que solo algunos sabían escapar, y en la que ellos eran juzgados, todos jugaban a ser el centro del mundo. Ella también. Pensaba, como alguna vez piensan todos, qué pasaría si fuese secuestrada, si fuese asesinada, si escapara, si se suicidara.
 Era un egoísmo frío, que traspasaba el ella, y pasaba a ser los demás sobre ella. Entonces, si ella dejara de respirar, o dejara de respirar en este continente, ¿Cómo reaccionarían los demás? Era ese egoísmo que es tan egoísta que descuidaba a la propia persona, porque ya no era lo que le pasaba a ella, era como reaccionarían los demás a lo que le pasaba a ella, era lo que pensarían, lo que dirían. Era enfermizo. Era demasiado.
 Entonces se dio cuenta de que ya era muy tarde para decidir no pensar, que ya había ido demasiado lejos.
 Antes de ir al baño escribió una carta. Una carta más en esa cajita llena de cartas no entregadas de título “Lo que nunca te dije”.

        [...] sabía que no había razones, que era lo normal, que era cosa de hormonas y de edad. Sabía que nada de lo que estaba pasando era grave. Pero nunca nadie supo realmente comprender. Nunca nadie tuvo el coraje de decirme en la cara lo que realmente pensaban, y entonces yo no me enteré de que nada de esto era real. De que lo mío iba más allá de los problemas de la edad, de que la superficialidad se apoderaba de mi mente sin dejarme respirar.  
  Fui anoréxica, bulímica, probé drogas, tomé alcohol hasta no poder pensar. Nada llenaba mi vacío. Ni la gente que juraba estar a mi lado por siempre, ni un amor de verano, ni aquellos padres que no pudieron distinguir entre dar espacio y el desinterés.
  Qué exigencia, qué autoexigencia. La ansiedad por el colegio, el cuerpo que jamás sería perfecto y las amigas que ni bien mostraban un mínimo defecto se convertían en archi enemigas. El pibe que si era copado no era lindo, y el odio interno a no darle bola porque no era capaz de separarme de mi superficialidad.  Pero así, así de selectiva nunca iba a tener a nadie… Hasta que entendí al final, que probablemente jamás podría tener a nadie, porque cuando se piensa demasiado, las ilusiones se vuelven horrorosamente fuertes, y las desilusiones chocan cual cachetada con bronca.
 Cada vez que se hablaba de miedos, yo decía firmemente que mi peor miedo era el sufrimiento. Tardé demasiado en darme cuenta de que yo solo conocía una vida sufrida.
 Entonces sé que no fue lo que pasó, sino que una vez más no supe restarle importancia a lo que pensaban los demás, a lo que hacían, a lo que me demostraban. Y me sentí más sola que nunca; entendí que jamás podría soportarme a mí misma.
 Con los restos de mi alma me despido de aquellos que llorarán mi muerte por compromiso o superficialidad, porque sé que ellos son los que realmente saben lo que es sufrir, porque no se animan nunca a dejarse sentir.

 Laura tenía 23 años cuando se la encontró tirada en la bañadera. Todos se sorprendieron, “¿Era para tanto?” Ella sabía que se lo estaban preguntando.
 La carta fue encontrada 3 días después, la mañana antes del entierro, y todos los que la leyeron dejaron en el papel color lila una gota. Laura sabía que solo aquellas personas de las que no se había despedido eran las que realmente podrían vivir en paz.



Comentarios

  1. Violeta: construís un personaje enriquecido por su mundo interior, cargado de angustia; sin embargo, cuesta verlo y aceptar su decisión, tan extrema e irreversible, a pesar de lo que dice. Así, pasa muy poco pero demoledor. ¿Qué le proponés al lector? ¿Qué esperás que le pase y cómo lo involucrás?
    Aunque me queda un sabor amargo, disfruté tu escritura, los pasajes en que nombrás y conmovés el dolor con belleza.
    Rever uso de gerundios.
    NOTA: 8

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  2. Olvidé decir que repensaras el título: ¿la pregunta no es del lector?, ¿si la dejaras implícita?

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