"Percepciones" - Leila Mayer
Infinita, interminable e inalcanzable. De forma tenue se filtra por la cerradura de una puerta, que a simple vista puede parecerse a cualquier otra, pero no lo es.
Finamente ilumina las cuatro paredes mohosas que me rodean y me aclara un poco más ese olor tan putrefacto que abunda en este insólito lugar.
Me acerco a ese minúsculo agujero que me separa del mundo exterior y coloco mi ojo derecho en él como si fuera la pieza de un rompecabezas. Mucha luz. Demasiada.
Visualizo unos borcegos negros que caminan aceleradamente con pasos agigantados, no sé si tratan de llegar o huír de un lado a otro, pero no vienen hacia mí. Se apuran como lo hacen aquellos cuya vergüenza los persigue, o tal vez sea la culpa. Se oyen golpes y el abrir y cerrar de celdas.
¿Qué es todo esto?. ¿Dónde estoy?. Presiento que esta habitación no es del todo segura, pero también sé que actualmente no hay lugar dónde mantenerse a salvo.
¿Cómo llegué hasta acá?. No me siento bien. No tengo energía y me desvanezco.
No percibo más, no sé si podré esperar.
Miles de pensamientos confusos aquejan sin medida a mi mente, que todavía en shock no comprende absolutamente nada. Siento como la electricidad recorre mi piel y caigo de espaldas a la puerta, provocándome así un fuerte dolor.
Dejo de prestarle atención a ese maldito cerrojo y aún sentada en el piso helado intento recapitular y encontrar las respuestas a tantas preguntas.
Sin recuerdo alguno y con lágrimas rodando por mis mejillas miro mis manos. Me sorprendo al ver que están atadas con una soga que me aprisiona. Un poco más arriba encuentro un moretón. Entro en pánico al ver la misma cuerda, esta vez en mis tobillos, impidéndome ponerme de pie.
-¡Ayuda!¡Sáquenme!- Grito con la voz entrecortada al mismo tiempo que golpeo mis puños amarrados contra la puerta.
Oigo pasos nuevamente, por lo que vuelvo a asomar mi ojo derecho a ese pequeño orificio.
Identifico los mismos borcegos de antes, y un poco más arriba un pantalón de color verde aceituna. Las pisadas retumban por ese pasillo al mismo tiempo que mis latidos se aceleran más y más. Mi corazón da un vuelco. “Se está acercando” pienso.
-¡Ábranme!- Exclamo en reiteradas ocasiones mientras el temor se apodera cada vez más rápido de mí.
El tubo de luz ubicado en el medio del cuarto titila repetidas veces y lo único que espero es que no se queme, ya que en ese caso me quedaría entre las penumbras. Tiemblo.
Los pasos se alejan y recupero el aliento poco a poco. Saber que pueden volver en cualquier momento me deja intranquila.
Oigo un ruido extraño y me miro el abdómen. Evidentemente pasaron días en los que no probé ni un bocado. El hambre y la sequedad de mi boca me hacen creer que desde que estoy aquí no me han alimentado. Comienzo a cuestionarme una vez más dónde estoy y ahora todo cobra un sentido diferente…
Hay una verdad a oscuras. “Cómo duele este momento” me repito.
Lo último que recuerdo es el viento dándole en la cara a mi madre mientras cruzábamos la Avenida 9 de Julio un sábado por la mañana...Y ahí la intensa frenada de un Ford Falcon verde que nos impedía el paso. ¡Mi madre! ¿Dónde se encontrará ahora? ¿por qué no está conmigo?. El resto de la escena seguro que se la llevó ese mismo viento, porque lo único que memorizo es una serie de golpes seguida de un portazo y un automóvil a punto de arrancar.
Creo que ya sé dónde estoy.
Sosteniéndome del picaporte de la gran puerta gris, intento tomar fuerzas y así poder reincorporarme. Un, dos, tres. Intento fallido. Vuelvo a intentarlo y cuando al fin lo logro siento cómo del otro lado alguien más lo toma por sorpresa e incerta una llave dentro de la cerradura. ¿Saldré finalmente de esta oscura pesadilla?. ¿Conseguiré esa libertad soñada?.
Atravesando esa salida caigo sobre un suelo aún más polvoriento y húmedo que el anterior. Al levantar la mirada me encuentro con un hombre alto de cabello ondulado y castaño claro, sus ojos cafés me miran fijamente llenos de rabia y odio.
Temerosa esquivo esa mirada traidora sin saber que lo que vería luego sería mucho peor.
Un centenar de cadáveres hacinados desprendían ese olor tan desagradable que se sentía desde el otro lado.
Enmudecida volteo hacia el hombre uniformado que aún se hallaba allí estático. Saca su arma de la funda que le cubría la cintura y se oye un disparo.
Cierro los ojos y no los abro nunca más. Caigo desangrada sobre un cadáver cercano y comienzo a ver una nueva luz. No es la que se colaba por la cerradura, ésta es otra y proviene de un túnel completamente blanco y brilloso...Ruego que todo esto sólo sea una pesadilla...
Leila: si bien se reconoce la intencionalidad y la anécdota es clara, se ignora casi todo de la protagonista y del lugar y las causas de su detención. Por esto, su suerte no conmueve como podría. además, el título y la última oración desconciertan tanto como que siga narrando aún después de muerta.
ResponderEliminarRever uso de adjetivos, puntuación, párrafos.
Al editar, los párrafos deben alinearse con la herramienta "justificar".
Nota:6